lunes, 19 de noviembre de 2012

Tonglen, dar y recibir. Una experiencia transmutadora

 

El término tibetano Tonglen  - གཏོང་ལེན་ - significa "dar y recibir" o "enviar y recibir". Normalmente Tonglen se refiere a una técnica meditativa practicada por el buddhismo tibetano. En la práctica se visualiza el sufrimiento de los demás mientras se inhala profundamente, mientras que en la exhalación se da felicidad y éxito a todos los seres sintientes. Por tanto, este tipo de meditación es un poderoso entrenamiento en el altruismo.

Esta práctica se resume en siete puntos, que se atribuyen al gran maestro buddhista indio Atiśa Dīpaṃkara Śrījñāna (980–1054).

La función de esta práctica consiste en:
    •    Reducir el apego egoísta.
    •    Incrementar el sentimiento de renuncia.
    •    Crear karma positivo basado en la generosidad y la ayuda.
    •    Desarrollar y expandir la bondad amorosa y la compasión.

Tonglen es una práctica sencilla:
I Reposar en el cuerpo
Relajamos y descansamos la parte posterior del cuerpo conectando con la generosidad natural de la espiración y la receptividad natural de la inspiración.
Con la espiración, sentimos como el cuerpo (por sí mismo) suelta todo aquello que no necesita. Pensamientos y creencias de quién somos. Disolvemos tensiones, planes, recuerdos, dolores, molestias.
Con la inspiración, observamos como penetra la vida en nuestro interior.
Comenzamos cambiando el ritmo de la respiración, respiramos más despacio y más profundamente de forma abdominal preferiblemente. Empujando el estómago suavemente para que salga todo el aire y al inspirar abrimos las clavículas para que los pulmones se llenen completamente de aire.
Después de seis respiraciones volvemos gradualmente a la respiración habitual.

II. Presencia expansiva
Si conectamos con el espacio que hay al final de la espiración empezamos a sentir una sensación de presencia con más espacio, también podemos tener esta sensación si sentimos el espacio que hay alrededor del cuerpo cuando le dejamos respirar.
Disfrutar de la suavidad de la respiración nos ayuda a empezar a borrar la pesada sensación de que nuestra piel es nuestro límite, que sólo estamos en el interior de nuestra piel.
Sentimos o imaginamos que somos algo más que lo que contiene nuestra piel, somos tan grandes como el cielo de la noche y nos expandimos con el. La respiración, la mente y el cuerpo son sólo algunas de las estrellas que hay en éste espacio suave e inmenso como nosotros mismos.

Necesitamos estar muy motivados, así que recurrimos a todos los argumentos que conozcamos para recordarnos lo dañina que es la mente egoísta y lo valioso que es el amor. Observamos que la calidad de la felicidad está en relación inversa al egoísmo, cuanto más inmersos estamos en un estado egoísta menos felices somos. Por el contrario, mientras más amor hay, más felices somos. No es necesario sentirse culpable por ser egoísta sino de darse cuenta del daño que nos hacemos a nosotros mismos.

III. Sentir lo que es importante
Podemos preguntarnos “¿Qué es importante? ¿Qué hace que la vida valga la pena ser vivida? Podemos hacer la pregunta a ese lugar profundo que conocemos en nosotros. Si no podemos sentir con claridad la textura y el sabor de lo que es importante, entonces podemos recordar algún episodio en el que experimentamos claridad, libertad, alegría, sensación de estar en casa o de ser amados, a la vez que recordamos sonidos, temperatura, postura, etc.
Una vez podamos sentir la “textura” de la experiencia, entonces podemos soltar las imágenes y los detalles del recuerdo, y nos podemos quedar con la textura, observarla y sumergirnos en ella, conectando con esta textura de forma viva y profunda. Al espirar, llenamos y (eventualmente) emanados esta textura.

Imaginamos ante nosotros nuestra propia imagen Tomando consciencia del estado mental que tengamos en ese momento observándolo ante nosotros. Observamos qué es lo que nos impide sentiremos llenos de gozo. ¿Hay tristeza, soledad, depresión, miedo?, ¿Hay cansancio, sueño, incertidumbre, confusión? Observa qué está pasando y reconoce el sufrimiento que hay en ti. Siente el deseo de eliminarlo. Imagina en tu corazón una masa oscura alquitranada que lo representa. imagina que das toda la felicidad que posees en tu interior y se la das a tu imagen ante ti . Si estás triste le das alegría, si estás solo le das compañía, si estás temeroso le das consuelo, lo que sea.

Continua alternando el dar y el tomar. Todo el dolor que tomes dirígelo a eliminar el egoísmo que visualizas como una masa oscura en tu pecho. Toda la felicidad que des dirígela a sanar y llenar de gozo a la figura que se encuentra ante ti.

IV. Sentir lo que es difícil
Piensa en un momento difícil tuyo; algo que mueva tu corazón, algo que puedas sentir.
Escoge algo específico y claro, y conecta con la textura de ese momento ¿quema? ¿pincha? ¿te acelera? ¿te bloquea? ¿es pesada? ¿es cortante? ¿es densa? ¿es oscura?.
Simplemente da la bienvenida a “la textura de lo difícil” a lo desagradable. No hay necesidad de esconderse o luchar. Simplemente hay suficiente espacio para este dolor también.
Recuerda también los aspectos de tí que menos te gustan. Siente la determinación de acabar con ese dolor e imagina que entregas a la figura perdón, comprensión y aceptación. Continúa los minutos siguientes tomando y dando esto.

V. Ofrecer y recibir
Ahora amplia la visión y recuerda a alguien cercano que esté sufriendo. Toma consciencia de lo que le hace sufrir, su cuerpo, su emociones, sus obsesiones, sus miedos. . . Sea lo que sea, trata de tomar sobre ti su dolor y darle alegría, amor y sanación. Alterna constantemente entre darle concretamente lo que necesita y tomar su sufrimiento. Imagina que todo lo que tomas va disolviendo la masa de egoísmo que hay en tu corazón. Siente el alivio que esto te produce y siente la felicidad del otro.

VI. Ampliar la fluidez
Podemos expandir nuestra visión. Podemos dejar que la inspiración dé la bienvenida a la textura de lo difícil que todos compartimos. Y podemos dejar que la espiración comparta lo que es más preciado para nosotros. Cuanto más demos más encontraremos.

Continuamos recordando a más personas. Imaginándolas delante de nosotros con sus problemas y dificultades. Sentimos su dolor, y damos felicidad en forma de algo que aplaque su dolor. Sentimos la insatisfacción y la ansiedad, las tomamos y entregamos lo más positivo que hay en nuestro interior en la forma que les haga sentirse más satisfechos y en paz. Sentimos a los que viven confusos y temerosos, tomamos su dolor y les damos lo que les dé claridad y discernimiento. Percibimos a los que sufren de codicia y competitividad, lo tomamos y les damos contentamiento. Consideramos a los que sufren pérdidas, las tomamos;  y les entregamos aceptación y sabiduría.
Entregamos la felicidad en el aspecto que necesiten, olvidamos el egoísmo, y nos entregamos. Es mucho más importante la felicidad de los demás. Al tomar el dolor disuelves nuestro egoísmo y al dar felicidad nos abrimos plenamente al amor.

Cuando hallamos practicado esta meditación y nos sintamos más seguros en ella podemos empezar a combinar la visualización con la respiración de manera que al inspirar tomemos el dolor y al espirar demos felicidad. Respiramos con naturalidad y dejamos que el aire que recibimos nos abra a la compasión y el aire que expulsamos al amor. Inspiramos y toma, una y otra vez, espiramos y damos lo que necesiten. La fuente es inagotable.

VII. Descubrir el tesoro
Podemos meditar hasta que sintamos que ya no hay más egoísmo. Tomando consciencia de toda la felicidad que hemos implantado en los demás. Ahora podemos emerger de la meditación con la intención de llevar a nuestra vida lo que acabamos de vivir, sin prisa pero con constancia.
Podemos tardar días o semanas hasta encontrar el ritmo de esta práctica. A medida que nos familiarizamos con esta técnica de la inversión, en lugar del habitual alejarnos de lo difícil e insatisfactorio, nos damos cuenta poco a poco de que nos ayuda a descubrir la generosidad y la compasión natural que yace en nuestro interior como una fuente inagotable que realmente es transformadora.

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