martes, 6 de noviembre de 2012

¿Qué es la meditación? I

No importa cuántas palabras sagradas hayas leído,
no importa cuántas has dicho,
no sirven de nada si no actúas.
Siddhārtha Gautama, el Buddha.


El término «meditación» proviene del latín meditatio, que originalmente indica un tipo de ejercicio intelectual. Generalmente el término se refiere a la meditación propia de las prácticas yóguicas, originadas en India. La escuela teosófica del siglo XIX que introdujo en occidente y estudió estas prácticas adoptó la palabra «meditación» para referirse a las diversas técnicas de recogimiento interior o contemplación propias del hinduismo, buddhismo y otras religiones orientales. La meditación se caracteriza normalmente por tener algunos de estos rasgos:
  • Un estado de concentración o focalización en el momento presente.
  • Un estado experimentado cuando la mente se disuelve y es libre de sus propios pensamientos.
  • Una concentración en la cual la atención es liberada de su común actividad y focalizada en lo absoluto, en la unicidad.
  • Una focalización de la mente en un único objeto de percepción, como, por ejemplo, un objeto, la respiración o la recitación de mantras.
El objetivo de la meditación consiste en observar y despertar la naturaleza de la mente e introducirnos a aquello que en realidad somos, a nuestra consciencia pura e inmutable que subyace a la totalidad de la vida y la muerte.
La meditación nos enseña a satisfacer nuestros deseos profundos, a descubrir la felicidad interna y a alcanzar una sensación de unidad con la vida. Podemos llegar a descubrir quienes somos en realidad y un modo más sabio de vivir esta extraña vida en la que estamos sumidos, ayudándonos a vislumbrar de que va todo el proceso de la vida y de la muerte. Lo único que necesitamos es una práctica constante que nos permita conseguir el equilibrio interior necesario para tener una visión clara de todo este proceso.
La meditación es la manera de volver a nosotros mismos, el lugar donde poder experimentar nuestro ser completo, más allá de los patrones culturales impuestos por la sociedad. En el silencio de la meditación, observamos y regresamos a esa profunda naturaleza interior que aparece oculta y que olvidamos con tantas ocupaciones, problemas y distracciones de nuestras mentes.
Meditar es la condición o estado natural de la conciencia humana, capaz de comprender por sí sola el significado de su existencia, aún si esto  ocurre a nivel del inconsciente. Esta percepción se interrumpe constantemente por la agitación o el interés en los asuntos particulares que absorben nuestra atención. La práctica de una rutina de meditación devuelve a la mente a ese estado básico y primordial. En la tradición zen se dice que meditar es "tocar el corazón" del ser humano.
En el silencio de la meditación, podemos observar esa profunda naturaleza interior, ese estado primordial de la mente que perdimos de vista entre la agitación y la distracción de nuestra mente, y regresamos a ella. Normalmente nuestra mente no pueda estarse quieta más de unos pocos instantes sin anhelar distracción; es inquieta y desasosegada. La concentración mental o la atención plena ayuda a reordenar la mente y calmar la ansiedad. Mejora la comprensión de objetivos y motivaciones y equilibra el carácter. Aunque también puede hacer resurgir motivaciones, traumas, emociones o energía enquistadas.
Estamos fragmentados en muchos aspectos distintos. No sabemos quienes somos en realidad, ni con qué aspectos de nosotros mismos deberíamos identificarnos ni en cuáles creer. Son tantos los dictados, voces y sentimientos que luchan por controlar nuestra vida interior que nos encontramos dispersos por todas partes, en todas direcciones.
Cuando comenzamos a practicar meditación, incorporamos una visión y una perspectiva totalmente diferente. En la vida cotidiana ponemos mucho esfuerzo en la obtención de las cosas externas con muchos problemas y obstáculos que hay que superar, por el contrario, en la meditación buscamos obtener objetivos internos sin ninguna lucha, por tanto, es una ruptura de nuestro funcionamiento habitual.
En nuestro mundo occidental, la gente tiende a estar muy interesada en la "tecnología" de la meditación. Pero la característica más importante de la meditación no es la técnica, ni tan siquiera la postura, es más bien actitud interior y la motivación con que se realiza esta.
La meditación es simplemente una cuestión de estar, de estar en el momento presente, dejando ir al pasado y sin pensar en los problemas que nos traerá el futuro, es como derretirse, como un pedazo de mantequilla dejada al sol. No tiene nada que ver con saber o no; de hecho, cada vez que practicamos la meditación debemos intentar estar frescos, como si sucediera por primera vez.
Nos sentamos con el cuerpo relajado, silencioso, la mente tranquila, y permitimos que los pensamientos al observarlos sin involucrarnos en ellos vengan y se vayan, sin dejarlos causar agitación en la mente, somos los espectadores neutrales de este flujo de pensamientos que pasan por nuestro cerebro y que debemos dejar ir como si fueran nubes que surcan el cielo lentamente. Si necesitamos algo que hacer, algo a lo que asirnos mientras meditamos, podemos observar la respiración. Es un proceso muy simple. Cuando exhalamos, sentimos que estamos exhalando.
Cuando inhalamos, sentimos que estamos inhalando, sin juzgar o hacer cualquier comentario mental, sólo nos identificamos con la respiración. Este proceso de la mente en atención plena sobre un objeto, en este caso la respiración, es muy simple, está al alcance de cualquier persona. Pero, aunque sencilla, esta técnica repetida con cierta regularidad es capaz de procesar los pensamientos y las emociones, en especial las negativas y liberarnos de ellas como si de una vieja piel de la que nos desprendemos se tratara.
Generalmente las personas se concentran en diferentes partes del cuerpo para relajarse. Pero la relajación completa y verdadera viene cuando nos relajamos de adentro hacia afuera, entonces todo será más fácil y natural.
Cuando comenzamos a practicar, no debemos forzar la concentración, solamente se trata de permanecer en el presente sin tensión, sin esperar ningún logro o recompensa, en definitiva, sin esperar nada a cambio. No es necesario centrarse en cualquier objeto o concepto para comenzar. Es mejor ser espacioso, dejar espacio en nuestro interior y permitir que los pensamientos y las emociones aparezcan. Si lo hacemos así, más tarde, cuando utilicemos un método como puedes ser observar la respiración, la atención estará más fácilmente consciente en el respirar. No hay punto determinado en la cual necesitemos concentrarnos, es simplemente el proceso natural de la respiración.
Intentamos identificarnos realmente con la respiración, más que solamente observarla. Podemos elegir un objeto, como una flor, una vela, para enfocar la atención; o visualizar una luz en la frente, o en el corazón. Se puede utilizar un sonido particular o un mantra. Pero al principio es mejor simplemente ser espacioso como el cielo y sentir que somos el universo entero y formas parte de él.
Cuando nos sentamos a meditar, debemos dejar que todo se calme permitiendo que las cosas y todo lo que está en desorden o agitado se disuelva naturalmente, se desvanezca tranquilamente, de aquí nacerá el verdadero ser. Experimentamos entonces un aspecto que podríamos definir como "verdadero yo". A medida que profundizamos más, comenzamos a descubrir y a conectarnos con la calidad de amar que es la más fundamental y el motor de esta práctica.
La práctica de la meditación busca que la mente descanse en su propia naturaleza. Nos sentamos y dejamos que todos los pensamientos y conceptos se disuelvan, es como cuando las nubes se disuelven o la niebla se evapora, revelando el cielo claro y el sol que brilla detrás de ellas. Cuando todo se disuelve, comenzamos a experimentar la verdadera naturaleza. ¡Estás vivo! Y en ese momento, nos sentimos realmente bien. Está sensación de bienestar es completamente diferente a todas las que hemos experimentado anteriormente. Es una experiencia verdadera y genuina, en la cual se siente una profunda paz, alegría y confianza en uno mismo.
Cuando se medita es esencial que se cree un ambiente mental adecuado. Todos los esfuerzos y luchas vienen de la estrechez, de no hacerse espacio, de no crearse un espacio adecuado en el que estar a gusto, de modo que crear ese ambiente adecuado, es vital para que se produzca verdaderamente la meditación. Cuando están presentes el humor y la amplitud, la meditación surge sin esfuerzo.
A veces, al meditar no es necesario utilizar ningún método en especial. Podemos limitarnos a dejar reposar la mente y relajarnos, y sentado en silencio, descansar en la naturaleza de la mente; sin dudar ni preguntarnos si estamos en el estado correcto o no. No hay ningún esfuerzo, sólo comprensión, una actitud despierta y una certeza inconmovible. Cuando descansamos en la naturaleza de la mente, la mente ordinaria ya no está ahí. Ya no necesitamos confirmar nuestra existencia: simplemente somos. No hay nada más que hacer que simplemente ser.
Los maestros tibetanos nos enseñan que para meditar simplemente lo que debemos hacer es "Llevar la mente a casa, soltar, y relajarse". Toda la práctica de meditación puede resumirse en estos tres puntos básicos: llevar la mente a casa, aflojar o soltar y relajarse.
Llevar la mente a casa significa llevar la mente al estado de "morar en calma" mediante la práctica de la presencia mental. En sentido profundo, llevar la mente a casa es volver la mente hacia el interior y reposar en la naturaleza de la mente.
Al sentarnos en silencio si observamos atentamente nos daremos cuenta que todo lo que abarca la vista está cambiando continuamente. No hay nada en nuestra vida que perdure ni se mantenga estable durante mucho tiempo. No hace falta ser muy inteligente para darse cuenta de que todo se halla sumido en un proceso de cambio continuo. Sin embargo, normalmente queremos que las cosas, que cambian de continuo, permanezcan igual y nos aferramos a ellas, así acabamos sumidos en la decepción y el sufrimiento. Por más que nos aferremos a algo queriendo que perdure, ese algo no dejará de cambiar. Tratar de apegarnos o aferrarnos a lo que fue, simplemente genera insatisfacción y sufrimiento, porque la vida, en realidad, es un flujo continuo que cambia a cada instante.
Soltar significa dejar salir la mente de su cárcel del apego, puesto que uno reconoce que todo el sufrimiento, dolor, miedo y perturbación proceden del ansia o la sed de la mente por apegarse a los deseos y de aquello que fue. En un plano más profundo, el conocimiento y la confianza que surgen de la creciente comprensión de la naturaleza de la mente estimulan la generosidad natural que permite dejar que el corazón se desprenda de todo apego, dejar que se libere y se disuelva en la inspiración de la meditación.
Cuando descubrimos que todo es fugaz, inaprensible, impermanente y que si nos apegamos a las cosas pretendiendo que no cambien, generamos mucho sufrimiento, nos damos cuenta de lo sabia que es la actitud de soltar y relajar.
Relajarse significa ser espacioso y apaciguar todas las tensiones de la mente. En un sentido más profundo, es relajarse en la verdadera naturaleza de la mente. Darse cuenta de que ganancia y pérdida, elogio y culpa, placer y dolor, forman parte de la esencia cambiante de la vida y son inseparables. Soltar y relajarse no significa despreocuparse de las cosas, y dejar que ocurran por sí solas, sino cuidar de ellas de un modo más flexible, respetuoso y sabio.
Los maestros tibetanos dicen que este proceso de relajación es como derramar un puñado de arena sobre una superficie plana. Cada grano se asienta por su propia cuenta. Así es como debemos relajarnos en nuestra verdadera naturaleza, dejando que todos los pensamientos y emociones cesen naturalmente y se disuelvan en el estado ecuánime de la naturaleza de la mente.
A veces nos preguntamos ¿Qué hay que ver, escuchar o sentir cuando se medita? El maestro theravada Acharn Tippakorn Sukhito, dice que "ver es sólo ver, oír sólo es oír". Si te concentras realmente sentirás el cuerpo y la mente ligeros. Pero normalmente decimos, que surja el sentimiento que surja, es sólo un sentimiento. Debemos observarlo, identificarlo y soltarlo. Por tanto, lo verdaderamente importante en la técnica de la meditación es darse cuenta, observar lo que surge en el cuerpo y en la mente y después soltarlo.
No hay necesidad de meditar por mucho tiempo, apenas permanecer en silencioso hasta que podamos entrar y conectarnos con la esencia del corazón, este es el punto principal.
Una vez que la mente esté atenta y plenamente concentrada, la mente estará tranquila, estaremos en el momento presente en todo lo que hacemos. Como en el conocido dicho zen: "Cuando como, como; cuando duermo, duermo". Cualquier cosa que hagamos estará completamente presente en el acto, ya sea lavando platos, bailando o barriendo la casa, si se hace completamente consciente, se puede decir que estamos meditando.
Uno de los puntos fundamentales del viaje espiritual es la práctica de la meditación, es perseverar y ser constante a lo largo del camino. Un día la meditación puede ser buena pero al día siguiente puede que no lo sea tanto. Siempre estamos influenciados por nuestras experiencias diarias, pero si perseveramos, la práctica verdadera florecerá dentro de nosotros y entonces lo bueno y lo malo, se convierten en un simple espejismo. Puede hacer buen o mal tiempo pero el cielo siempre es el mismo, siempre es azul. Si perseveramos con constancia y mantenemos actitud espaciosa, sin la perturbación de emociones y experiencias, podemos desarrollar la estabilidad y la profundidad real de la meditación.
Encontramos esto gradualmente y casi inadvertidamente, nuestra actitud comenzará a cambiar. Ya no nos aferraremos a las cosas tan sólidamente como antes, y aunque sucedan crisis nos mantendremos tranquilos de forma natural, sin tensión, sabremos manejarlas y nos daremos cuenta de que todas las situaciones negativas dejan de serlo si son vividas con un corazón alegre y una mente calmada.
No podemos controlar al mundo, pero podemos controlar cómo actuamos en nuestro interior, y observar y traducir el mundo exterior de una forma más positiva. Podemos obtener un entendimiento más claro sobre la causa y el efecto y por ello seremos más cuidadosos con el comportamiento y el habla. Comprendiendo así, que es más importante observar nuestros propios fallos que mirar los fallos de los demás. El resultado será más paz mental en todas las situaciones.
Experimentaremos más felicidad debido a la capacidad de soltar las cosas cuando surgen dificultades, ya no habrá tanto apego ni aferramiento, sintiéndonos menos involucrados emocionalmente y por fin disfrutaremos de las cosas sin que sean causa de tanto sufrimiento.
Pero ¿Cuál es el objetivo de la meditación? En oriente se dice que la meta final de la meditación es la liberación del sufrimiento, el nirvāṇa. Pero, antes de llegar a esto, la meditación traerá más paz y felicidad a la vida del meditador. Las cosas siguen iguales, pero ya no permitimos que nos creen sufrimiento. Por fin, tendremos un sitio donde acudir, un refugio para la mente.
Todo el mundo puede practicar meditación, no es necesario ser religioso para meditar. Vale la pena probar, incrementa la atención, la paz y la felicidad en la vida. Si todos y cada uno de nosotros crease esta paz en su interior, conseguir la paz en este mundo no sería tan difícil. Hemos de crear paz en nuestro propio corazón, ya que es difícil encontrarla fuera de nosotros.
Nyoshul Khenpo Rinpoche, gran maestro tibetano del dzogchen, escribió: "Descansa en la gran paz natural esa mente exhausta, abatida por los golpes del karma y el pensamiento neurótico, como la furia implacable de las olas que rompen en el océano infinito del saṃsāra"




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